EL CLIMA

La vid es una planta capaz de soportar los climas más variados. El cultivo de la vid tiene lugar en muchas partes del planeta, con muy diferentes climas. Sin embargo, esto no quiere decir que los vinos que producen sean de la misma calidad. Existen ciertos climas que favorecen la producción de vinos con más posibilidades, frente a los que tan sólo permiten un vino de nivel medio.

Una pequeña variación en el clima de una determinada zona puede producir vinos muy diferentes de otros, que se crían muy cerca de allí. De hecho, existen microclimas dentro de regiones vinícolas concretas, que conceden mostos mucho mejores que los que se producen en el mismo área.

Pero el carácter del vino lo va a dar el llamado Terroir, es decir, la combinación de suelo, clima y orografía. Esta combinación mágica va a configurar la una, y con ella el mosto y el vino resultante.

Las zonas con mucho sol darán lugar a vinos más ricos en azúcares, mientras que aquellas áreas más frías producirán vinos más ácidos y de menor graduación.

No debemos olvidar que la vid es una planta de origen mediterráneo. Por lo tanto, su cultivo será más productivo (tanto en calidad como en cantidad) cuanto el clima más se asemeje al que se da en estos países. Así, unos inviernos cortos y no muy fríos, una primavera templada y veranos tórridos dan lugar a los mejores vinos del mundo.

De hecho, las mejores añadas coinciden con veranos muy secos y calurosos, siempre y cuando los aportes de agua hayan sido los adecuados durante el invierno.

La temperatura es una variable importante a la hora de determinar el grado de maduración de la uva. Así, cuanto más alta es la temperatura, más rápida será la maduración y, por consiguiente, mayor volumen de azúcares, que son los responsables de la posterior graduación alcohólica.

Muy asociada a la temperatura está la luz. España es uno de los países del mundo con más horas de luz, especialmente en el sur. Por eso, la una desarrolla perfectamente todos los procesos que le concederán las posteriores cualidades organolépticas al vino.

Los vinos que se crían en “tierras de albariza”, normalmente en la zona de Cádiz, Málaga y Córdoba deben sus bondades al fenómeno de la “refracción lumínica”. Al criarse la cepa sobre tierra caliza completamente blanca, los rayos de sol se aplican sobre la uva desde arriba y desde abajo, por refracción. Es por eso que los vinos de Málaga, Jerez-Sanlúcar y Montilla-Moriles alcanzan, de manera natural, una alta graduación.

En cuanto a la pluviometría, otra de las variables a tener en cuenta, lo ideal es que la vid reciba su aportación de agua más importante en los meses de Otoño. Unas suaves lluvias de Primavera vendrán muy bien para enriquecer las cepas y más tarde, como decimos, un verano seco culminará el proceso de maduración y nos dará mostos y vinos ricos en azúcares y otros nutrientes.

El clima del Norte de España resulta más frío y de inviernos más largos que los del sur. Sin embargo, unas primaveras de temperatura suave y un verano seco y muy caluroso son los responsables de la espléndida maduración de las uvas en La Rivera del Duero, La Rioja o Navarra.

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